Obra sin titulo, Luis Caballero

Reseña realizada por Catalina Vieira.

“Para mí la aventura del arte moderno perdió todo interés cuando comprendí que dibujar un cuerpo me producía mucho más placer y satisfacción que el simple juego con las formas. Comencé a pensar que la vida es más importante que el arte, y que si arte hay, solamente puede venir de la vida(…)” (Caballero, 1995).

Fotografía tomada el 27 de Febrero de 2014
"Hay que intentar hacer el ‘gran arte’ [...] En general el arte contemporáneo peca por falta de ambición. En plástica, hacer una gran obra es crear una imagen necesaria. Lo demás es decoración. En mi caso, esa ‘imagen necesaria’ que busco ha sido siempre la misma. No el mismo cuadro, sino una misma imagen: la belleza del cuerpo del hombre, la tensión entre los cuerpos, su relación de deseo o rechazo, su necesidad de unión" (Medina, 1990)

Sin Título, Luis Caballero, 1990 – Carboncillo sobre tela – 205 X 381 cm
Luis Caballero fue un artista colombiano que mostró desde un principio interés por el cuerpo humano; plasmó sus obras a través de pinturas, dibujos y grabados.
Es considerado expresionista y su trabajo se enfoca esencialmente en experimentar y darle vida y movimiento a los cuerpos que dibuja. Se observa cómo intenta recrear o interpretar la figura humana, principalmente la masculina, en diferentes posiciones ya sean sensuales, doloras o tensionadas; además en la mayoría de sus obras el rostro se encuentra oculto, solo insinuado o simplemente no esta definido. Con su fascinación por el hombre y su serie de hombres semidesnudos o completamente desnudos, Caballero deja ver claramente su sexualidad, de la cual no se avergüenza y no intenta ocultar.
En esta obra, Caballero, nos propone una serie de preguntas: ¿Es esto una riña o una muestra de relaciones sexuales entre tres hombres? ¿Por qué los cuerpos se doblan tan agresivamente? ¿Es la misma persona en tres momentos diferentes o son tres sujetos? ¿Se disfruta o se sufre en medio del acto?, estas cuestiones surgen no solo por la articulación de los cuerpos, sino por su línea, color y textura. Por una parte la línea aunque esta bien definida en ciertos cuerpos, es un tanto descontinua en algunos tramos y a su vez, pasa sobre ella otra serie de líneas que en ciertos lugares dibujan otra silueta y en otros, generan sombra o profundidad; todas estas características de la línea indican importancia del personaje, fuerza y movimiento. Caballero dio diferentes direcciones a las líneas para crear cierta textura que ayuda a acentuar el drama y la tensión que la obra provoca.
El hecho de que sea un dibujo monocromático, de que use el carboncillo negro sobre la tela blanca, agrega tensión a los ya tensionados cuerpos; sin embargo, la presión usada para trazar la línea genera diferentes tonos en el negro, un cambio de color que va desde el negro hasta el gris claro, lo cual ayuda a crear sombras y demarcar planos, además de delimitar los cuerpos y darles volumen dentro de la figura. Este cambio de color sumado con la textura, favorece la percepción del espacio y crea una ambigüedad entre los planos. El espacio en esta obra esta compuesto por la superposición y repetición de los cuerpos masculinos, los cuales crean ritmo entre las figuras, pero que a su vez generan la sensación de que los individuos podrían estar sobrepuestos. Esto se debe también al contraste, el uso del claroscuro permite que la parte superior de los cuerpos  sea fácil de percibir y que la parte inferior de estos sea un tanto difuso al estar sumergidos en sombras.


En un principio, al mirar la obra, se podría decir que los cuerpos están perfectamente ubicados en las líneas que trazan los tercios, sin embargo, al trazarlos vemos que no lo están; es el equilibrio que establecen estas tres figuras al formar casi una “H”, y el movimiento hacia fuera del centro de los dos cuerpos verticales, lo que hace que la mirada fluya, que el peso de la imagen sea neutral y que ante los ojos del espectador la composición sea casi simétrica. Si al ver el cuadro se concluye que es un acto sexual, podría decirse que tiene tanto gozo como repugnancia y agonía. Caballero dibuja por sobre la cabeza del hombre de la derecha, un brazo que intenta asfixiarlo y a su vez un objeto largo y delgado, tal vez punzante, que sobresale como una línea blanca enmarcada por la sombra de la zona; y si se observa, el hombre de la izquierda también se ve atacado por una mano (que se asemeja más a una garra).
Caballero llena su obra de vida, se inspira en el movimiento, en el ir y venir de las relaciones personales, y consigue darle voz propia a cada uno de sus trabajos; un ejemplo claro es esta obra, que fácilmente transmite al espectador un erotismo insatisfecho, agonizante y colmado de tensión.



Trabajos citados
Caballero, L. (1995). Catálogo de la exposición en la Galería Albert Loeb. Paris: El sello editorial.
Medina, A. (1990). La cuarta ambición de Luis Caballero. Bogotá: Galería Garcés Velásquez.


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