Una tarde iba caminando por la calle, por la autopista norte cerca a la
entrada del centro comercial Santa Fe con mi mamá y desde afuera se escuchaba
el sonido de una orquesta sinfónica. Este sonido me llamó la atención y entré
apresuradamente al centro comercial a ver lo que estaba sucediendo. Para mi
sorpresa, era una banda sinfónica que estaba tocando en vivo en una de las
plazas del primer piso. Se trataba de la Banda Sinfónica de Chía, que tocaba
diferentes tipos de música, todos muy armoniosos y con un tono de alegría. Después
de varias piezas, me di cuenta de que una de las personas que tocaba el saxofón
era una amiga mía y esto me causó emoción.
El toque especial que tenía esta banda, era la percusión, muchas
orquestas sinfónicas no tienen sonidos de una batería, congas, o bongos; pero
esta si lo tenía todo, hasta utilizaban maracas; sonaba desde salsa, hasta
sinfonías clásicas. Esta experiencia me llenó de alegría y me puso la piel de
gallina; fue una experiencia estética que no tuvo nada que ver con que mi amiga
estuviese ahí. Pienso que muchas otras personas llegan a sentir lo mismo cuando
ven este espectáculo en vivo y también tienen una experiencia estética. También
pienso que lo que hace a una orquesta buena es que conmuevan al público y lo
hagan sentir cosas más allá del solo escuchar. No es lo mismo escuchar una de
las piezas de esta banda por medio de videos o reproductores musicales; es
necesario estar presente para tener una experiencia tan excelente como la que
tuve yo.
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